Entrevista a Guillermo Vallejos (joven autor de
numerosos murales en homenaje a Claudio Pocho Lepratti y miembro de la
agrupación Arte por libertad”.
¿Te acordás como
empezaste a relacionarte con los murales?
“Es larga la
historia, vas a tener que resumir (suspiro). Me acuerdo porque fue la época más
triste de mi vida. Fue en el año 2001, yo era re pendejo y la situación en el
país como se sabe era una mierda. Estaba reunido con todos mis amigos en el
búnker que habíamos adoptado en barrio Ludueña, la casa de Pocho, él no estaba,
estaba en la escuelita de barrio Las Flores. Pocho era mi viejo, mi única
familia, el que me sacó un día de la calle y me hizo persona. Ese día de golpe
todos empezaron a murmurar, nadie quería prender la tele, sentía que los chicos
me esquivaban. Uno de ellos no aguantó mas y me dijo:”nos mataron a Pocho”.
Esas cuatro palabras casi me matan al toque, lloré a gritos como nunca en mi
vida, esa fue mi primer reacción; después quería salir a cagar a tiros a todo
el mundo, aunque en mi vida toqué un arma, es más les tengo pánico. En los días
que siguieron me volví mudo, autista, ateo… se habían llevado mis ganas de
creer en todo. Ya sin saber que hacer uno de los chicos me dijo, “loco,
cortála, así no te servís ni le servís a él, vos eras su hijo así que si de
verdad aprendiste de él, demostráselo, vamos a pintar toda la ciudad para que
nadie se olvide de que él sigue vivo”.
¿Cuál fue tu
reacción?
“Primero lo quise
cagar a trompadas, a Pocho lo habían matado de la forma más cruel y cobarde y
éste pretendía que salgamos a pintar como los hippies. Después, resignado le
dije, decime qué hacemos, no tengo nada que perder ya”.
¿Qué te produjo pintar ese mural? ¿Recordas dónde fue?
“Fue en la plaza
del barrio, no fue un mural, fueron hormigas, siempre lo relacionamos a él con
el laburo de una hormiga. Las hormigas se desparraman por millones y no hay
forma de frenarlas. Eso fue lo que quisimos hacer: desparramar todo lo que él
os había enseñado por toda la ciudad. Primero llenamos las paredes, calles y
veredas del barrio, hoy están por toda la ciudad”.
¿Te sirvió empezar con esta movida? ¿Qué es lo que te
produce hacerlo?
“No sólo me
sirvió, me mantiene vivo. Empezamos con un pincel, una lata de pintura negra y
algunas hormiguitas y a medida que íbamos agarrando más fuerza lo empezamos a
hacer cada vez más a lo grande. De golpe se fue sumando más y más gente, no
sólo ampliamos el tamaño de los dibujos sino también los espacios y hoy no
existe rincón de Rosario que no hayamos visitado. Además no nos quedamos sólo
con Pocho. Intentamos hacer lo mismo que él: ayudar y laburar por los otros.
Así conocimos a los chicos de Arte por Libertad y extendimos esta movida a
otras causas, derechos del niño, de las mujeres, de las personas desaparecidas,
los ex combatientes de Malvinas…buscamos ser la voz de los que no pueden
gritar”.
Si tuvieras que explicarme uno de los murales de Pocho,
lo que buscaron plasmar ahí ¿qué me dirías?
“Que buscamos
reflejar que se necesitan más que balas para matar a un ser tan especial, que
no hay lucha que se pierda si se hace pacífica, que sólo pedimos justicia y no
debemos permitir el olvido, y que esos murales nos permiten desde hace casi una
década mantenerlo más vivo que nunca”.
¿Te imaginás en un futuro dejando de pintar si sentís,
por ejemplo, que cumpliste tu objetivo?
“JAMAS. Dejar de
pintarlo a él sería darles la razón a quienes creen haberlo matado, y morir un
poco yo también. Dejar de pintar por el
otro, por cada una de esas personitas por las que luchamos sería no haber
incorporado el legado más maravilloso que él nos dejó: que siempre hay alguien
a quien podemos ayudar a ser escuchado, y que se puede ganar una guerra paradójicamente sin más armas que la paz (lágrimas)”.
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